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La inevitabilidad de las guerras entre los países capitalistas
 
(I.V. Stalin)
 
Algunos camaradas afirman que, debido al desarrollo de nuevas condiciones internacionales después de la segunda guerra mundial, las guerras entre los países capitalistas han dejado de ser inevitables. Consideran esos camaradas que las contradicciones entre el campo del socialismo y el campo del capitalismo son más fuertes que las contradicciones entre los países capitalistas; que los Estados Unidos dominan lo bastante a los demás países capitalistas para no dejarles combatir entre sí y debilitarse mutuamente; que los hombres más inteligentes del capitalismo han sido lo bastante aleccionados por la experiencia de las dos guerras mundiales --guerras que han causado serios perjuicios a todo el mundo capitalista-- para no permitirse arrastrar de nuevo a los países capitalistas a una guerra entre sí; y que, en virtud de todo eso, las guerras entre los países capitalistas han dejado de ser inevitables. Esos camaradas se equivocan. Ven los fenómenos exteriores, que aparecen en la superficie, pero no advierten las fuerzas de fondo que, si por el momento actúan imperceptiblemente, serán, en fin de cuentas, las que determinen el desarrollo de los
acontecimientos.
 
En apariencia, todo marcha «felizmente»: los Estados Unidos tienen a ración a la Europa Occidental, al Japón y a otros países capitalistas; Alemania (la del Oeste), Inglaterra, Francia, Italia y el Japón, que han caído en las garras de Estados Unidos, cumplen, sumisos, las órdenes de ese país. Pero sería un error suponer que ese «bienestar» puede subsistir «por los siglos de los siglos», que esos países soportarán siempre el dominio y el yugo de Estados Unidos y que no intentarán arrancarse de la esclavitud a que los tienen sometidos los norteamericanos y emprender un camino de desarrollo independiente.
 
Tomemos, ante todo, a Inglaterra y a Francia. Es indudable que son países imperialistas. Es indudable que las materias primas baratas y los mercados de venta asegurados tienen para ellos una importancia de primer orden. ¿Se puede suponer que esos países soportarán eternamente la situación actual, en la que los norteamericanos, al socaire de la «ayuda» según el «plan Marshall», penetran profundamente en la economía de Inglaterra y de Francia, con el afán de convertirla en un apéndice de la economía de los Estados Unidos? ¿Soportarán eternamente esos países que el capital norteamericano eche la zarpa a las materias primas y a los mercados de venta en las colonias anglo-francesas y prepare de este modo una catástrofe para los elevados beneficios de los capitalistas anglo-franceses? ¿No será más acertado decir que la Inglaterra capitalista y, tras ella, la Francia capitalista se verán, en fin de cuentas, obligadas a arrancarse del abrazo de los Estados Unidos y a tener un conflicto con ellos para asegurarse una situación independiente y, claro está, elevados beneficios? Pasemos a los principales países vencidos, a Alemania (la del Oeste) y al Japón. Estos países arrastran hoy una existencia miserable bajo la bota del imperialismo norteamericano. Su industria y su agricultura, su comercio y su política exterior e interior, toda su vida se ve encadenada por el «régimen» norteamericano de ocupación. Y esos países todavía ayer eran grandes potencias imperialistas, que sacudieron los fundamentos del dominio de Inglaterra, los Estados Unidos y Francia en Europa y en Asia. Suponer que esos países no tratarán de ponerse en pie otra vez,
de dar al traste con el «régimen» de los Estados Unidos y de abrirse paso hacia un camino de desarrollo independiente, significa creer en milagros. Se dice que las contradicciones  entre el capitalismo y el socialismo son más fuertes que las contradicciones entre los países capitalistas. Teóricamente, eso es acertado, claro está. Y no sólo lo es ahora, hoy día,  sino que lo era también antes de la segunda guerra mundial. Y, más o menos, eso lo comprendían los dirigentes de los países capitalistas. Sin embargo, la segunda guerra mundial no empezó por una guerra contra la U.R.S.S., sino por una guerra entre países capitalistas. ¿Por qué? En primer término, porque la guerra contra la U.R.S.S., como el país del socialismo, es más peligrosa para el capitalismo que la guerra entre países capitalistas, pues si la guerra entre países capitalistas sólo plantea la cuestión del predominio de unos países capitalistas sobre otros países capitalistas, la guerra contra la U.R.S.S. debe plantear inevitablemente la cuestión de la existencia del propio capitalismo. En segundo término, porque los capitalistas, aunque con fines de «propaganda» alborotan acerca de la agresividad de la Unión Soviética, no creen ellos mismos lo que dicen, pues tienen en cuenta la política pacífica de la Unión Soviética y saben que este país no agredirá a los países capitalistas.
 
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Vistas: 294 | Agregado por: Asturcon | Fecha: 2013-08-09 | Comentarios (0)

                                           El Capital Humano: análisis desde un enfoque marxista- leninista y fidelista

I. Las interpretaciones burguesas alrededor del Capital Humano

    Las posiciones, interpretaciones y concepciones burguesas alrededor del Capital Humano, comienzan a desarrollarse desde mediados del siglo pasado(1). En diversas obras con un fuerte marcaje neoclásico(2) se refieren a éste como una economía basada en el conocimiento, capital intelectual, recursos humanos, etcétera.

    El término Capital Humano comenzó a emplearse a mediados del siglo XX, a partir de un estudio sociológico realizado por Theodore Schultz(3)y Gary Becker(4). Según ellos, gran parte del crecimiento económico de las sociedades occidentales podía explicarse si se introducía una variable denominada “Capital Humano”, correlacionada con el nivel de formación especializada que tenían los agentes económicos o individuos de esta sociedad.

    La mayoría de las investigaciones burguesas sobre este tema colocan siempre, en primer plano, el factor ganancia, sin tener en cuenta al hombre trabajador, que es el portador de esta categoría y al que debe estar destinado el resultado final de su labor.

    En 1962, Arrow(5) define el cambio tecnológico como un proceso amplio y prolongado de aprendizaje del entorno. Su énfasis inmediato estuvo en reconocer la existencia de una variable “muy difícil de medir, el conocimiento.” En consecuencia, nunca se refirió a grandes cantidades de conocimientos como variable central de su análisis, sino más bien a la inversión bruta acumulada, una variable seleccionada por lo cuantificable de su naturaleza y su estrecha relación positiva con la adquisición de conocimiento; todo esto en estrecha correlación con el sesgo mercantil de estas teorías.

    La autorrealización plena de la persona como ser social, la apropiación de la esencia humana, es la supresión de la autoenajenación; eso sería el capital humano, que no tendría la desgracia de ser considerado un pobre “capital viviente”, como dijera Marx al referirse al obrero. La reflexión e ideas renovadoras, cuya lógica metodológica las aporta el marxismo, acerca de estos problemas, posibilitan el abordaje crítico de este tema. Se le hace difícil a los teóricos burgueses, en el mundo de hoy, dentro de una sociedad clasista, reconocer las grandes contradicciones existentes, también alrededor del concepto de Capital Humano y la introducción de nuevas tecnologías, por lo que la importancia que le atribuyen a la educación y la capacitación dentro del capital productivo, es valorando su impacto en los resultados de la empresa, aspecto este que incrementa la tasa de desempleo y las formas precarias de trabajo; para no hablar de las contradicciones entre las mejoras de capital humano y los salarios, para el polo de los trabajadores. El Capital Humano es una inversión que reporta altas ganancias, dicha inversión no se realiza a partir del buen deseo y voluntad de las clases dominantes para elevar el nivel científico- técnico de los trabajadores, sino que brota del propio movimiento objetivo del proceso de reproducción del capital, impulsado por la ley de la competencia.

    Al vincular el Capital Humano a todo el stock de conocimientos que proporcione más ganancia, y a su vez, más beneficio personal, sin importarle la situación de los demás, se exacerba egoísmo, ambición, e individualismo.

    Estos puntos de vista refieren al hombre como una simple mercancía, cuya función es el aumento de la calidad y cantidad de las producciones y por tanto, de mayores dividendos, pero lo más importante es su capacidad de generar cada vez más ganancia. Dichos autores asocian el Capital Humano solamente a la parte de la fuerza de trabajo en activo, que pueda generar ganancias, después de haber adquirido un alto nivel de conocimientos que le permita manejar la moderna tecnología empleada, no en beneficio del ser humano sino del propio capital.

    De ello se desprende que el capital, lejos de humanizar el trabajo y las condiciones para su desarrollo, deshumaniza al hombre trabajador, convirtiéndolo en un apéndice de la máquina y del proceso productivo en general, como parte integrante del proceso de creación de plusvalía. A su vez, la introducción de los adelantos científico- técnicos en la producción capitalista conduce a la formación de un gran ejército de desempleados, el cual sólo interesa al capital en el sentido de que contribuye a la reducción del salario de sus hermanos de clase y por tanto, a la reducción del costo de producción capitalista.

    No debe hablarse de una revalorización del trabajo humano, como se hace muchas veces, sólo porque se reconocen los saberes y las competencias que el trabajador debe aplicar; se debe insistir, en que más allá de los cambios de las organizaciones, y de los cambios de las relaciones sociales de trabajo, debe estar la verdadera incorporación del hombre como recurso humano más importante(6).

    Si hablamos de las Organizaciones del Saber, de Gestión de Conocimientos, es imprescindible referirnos al significado de Capital Humano, en su más amplio término; y no exactamente del concepto extendido hoy por el mundo, del cual tanto se habla y escribe, y muy pocas veces o casi nunca se ubica dentro del contexto específico.

    Es así que muchas veces se desconoce o no se quiere reconocer su aspecto relacional, y se obvia como actividad social; es decir, actividad del sistema social complejo que constituye una Organización, sea esta una empresa o no. En definitiva, los conocimientos, y cualquier otro potencial humano se desarrollan por la actividad social que realizan las personas. Tratando estos problemas, no es posible desconocer o evitar la perspectiva politológica, además de la filosófica, conceptual y práctica.

    El tratamiento a la Información, a la Comunicación, a la Cultura Or ... Leer más »

Vistas: 294 | Agregado por: Ereshkigal | Fecha: 2013-08-09 | Comentarios (0)

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