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Tesis sobre la función del partido comunista en la revolución proletaria.

Internacional Comunista (Segundo Congreso)

24 de Julio 1920

V. I. Lenin






El proletariado mundial está en vísperas de luchas decisivas. La época en que vivimos es una época de guerras civiles directas. La hora decisiva se acerca. En casi todos los países en donde existe un importante movimiento obrero, la clase trabajadora tendrá que conducir en el próximo futuro una serie de luchas encarnizadas, empuñando las armas. En este momento más que nunca, la clase obrera necesita una organización sólida. Ella tiene que prepararse infatigablemente para las luchas cruciales que le esperan, sin perder una sola hora del tiempo precioso que queda.

Si durante la Comuna de Paris la clase obrera hubiera tenido un Partido Comunista sólidamente organizado, aunque fuera pequeño, la primera heroica insurrección del proletariado francés habría sido mucho más fuerte, y se habrían evitado mil errores y mil flaquezas. Las batallas que el proletariado tiene que sostener hoy, en una situación histórica completamente diferente, tendrán una influencia mucho más profunda para la suerte de la clase trabajadora que las de 1871.

En base a estas consideraciones, el II Congreso mundial de la Internacional Comunista llama la atención de los trabajadores revolucionarios del mundo entero sobre los siguientes puntos:

1

El Partido Comunista es una parte [o, en la traducción francesa, fracción] de la clase obrera, y precisamente la parte más avanzada, más consciente, y, por consiguiente, más revolucionaria. El mismo se forma mediante la selección espontánea de los trabajadores más conscientes, más devotos, más lúcidos. El Partido Comunista no tiene intereses diferentes de los de la clase obrera. El Partido Comunista se distingue de la totalidad de los trabajadores porque posee una visión general del camino que la clase debe recorrer históricamente y, en todos los virajes del mismo, defiende los intereses no de grupos o de categorías parciales, sino los de toda la clase obrera. El Partido Comunista es la palanca organizadora y política con cuya ayuda la parte más avanzada de la clase obrera dirige en el recto camino a la masa del proletariado y del semiproletariado.

2

Hasta que el proletariado no haya conquistado el poder estatal, hasta que su dominio no se haya consolidado para siempre, haciendo imposible cualquier restauración burguesa, el Partido Comunista acogerá por regla general en su organización sólo a una minoría de trabajadores. Antes de tomar el poder y en la época de transición, el Partido Comunista puede, en circunstancias favorables, ejercer una influencia ideológica y política incontrastada sobre todas las capas proletarias y semiproletarias de la población, pero no puede reunirlas a todas en sus filas de manera organizada. Sólo después que la dictadura proletaria haya quitado a la burguesía los potentes medios de influencia como la prensa, la escuela, el parlamento, la iglesia, el aparato administrativo, etc., y sólo después que la derrota definitiva del régimen burgués sea una realidad evidente para todos, sólo entonces todos o casi todos los trabajadores entrarán en las filas del Partido Comunista.

3

Las nociones de partido y de clase deben ser distinguidas con el mayor cuidado. Los miembros de los sindicatos "cristianos" y liberales de Alemania, Inglaterra y otros países, pertenecen indudablemente a la clase obrera. También pertenecen sin duda a ella las asociaciones obreras más o menos considerables que siguen todavía a Scheidemann, a Gompers y a sus amigos.

En ciertas condiciones históricas es muy posible que en el seno de la clase trabajadora subsistan numerosos grupos reaccionarios. La tarea del comunismo no consiste en adaptarse a estos elementos atrasados de la clase trabajadora, sino elevar a toda la clase trabajadora al nivel de su vanguardia comunista. La mezcolanza de estos dos conceptos – partido y clase – puede llevar a los más graves errores y a la peor confusión. Es evidente por ejemplo que, durante la guerra imperialista, los partidos proletarios tenían que levantarse a cualquier precio contra los prejuicios y el estado de ánimo de una parte de la clase obrera, y defender los intereses históricos del proletariado que imponían a su partido la declaración de guerra a la guerra. Asimismo, al principio de la guerra imperialista de 1914, los partidos socialtraidores de todo el mundo, que apoyaban a la burguesía de "sus" respectivos países, no dejaron de recurrir al argumento que ésa era la "voluntad" de la clase trabajadora.

Ellos olvidaban que, aunque hubiera sido así, el deber del partido proletario era reaccionar contra el estado de ánimo general de los trabajadores y defender, a pesar de todo y contra todos, los intereses históricos del proletariado. Así también, a fines del siglo XIX, los mencheviques rusos de entonces (los llamados economicistas) rechazaban la lucha política abierta contra el zarismo, con el pretexto que la clase trabajadora en su conjunto no estaba aún preparada para la lucha política. De la misma manera, los independientes de derecha en Alemania han justificado siempre sus medias medidas diciendo que "así lo querían las masas", sin comprender que el partido existe precisamente para preceder a las masas, e indicarles el camino.

4

La Internacional Comunista está firmemente convencida de que el fracaso de los viejos partidos "socialdemócratas" de la II Internacional no puede ser considerado, en ningún caso, como un fracaso del partido proletario en general. La época de la lucha directa por la dictadura proletaria suscita a escala mundial un nuevo partido del proletariado – el Partido Comunista.

5

La Internacional Comunista repudia de la manera más categórica la opinión de que el proletariado pueda realizar su revolución sin un partido político propio y autónomo. Toda lucha de clase es una lucha política. El ... Leer más »
Vistas: 298 | Agregado por: Ereshkigal | Fecha: 2013-07-27 | Comentarios (0)

Joseph Goebbels y sus 11 principios de la propaganda nazi

El padre de la propaganda nazi fue Joseph Goebbels, responsable del Ministero de Educación Popular y Propaganda, creado por Adolf Hitler a su llegada al poder en 1933. Goebbels había sido el director de la tarea comunicativa del Partido Nazi y el gran arquitecto del ascenso al poder. Una vez en el Gobierno y con las manos libres para monopolizar el aparato mediático estatal, Goebbels prohibió todas las publicaciones y medios de comunicación fuera de su control, y orquestó un sistema de consignas para ser transmitido mediante un poder centralizado del, cine, la radio, el teatro, la literatura y la prensa. Era también el encargado de promocionar o hacer públicos los avisos del gobierno (…).

Se le atribuye mucho de propaganda moderna, entre ellos sus 11 principios:

1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.

2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3. Principio de la transposición. Cargar sobre los adversarios los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprenzión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

6. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto.Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a través de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.

9. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorece al adversarios, también contraprogamando con la ayuda de los medios de comunicación afines.

10. Principio de transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad.

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Vistas: 466 | Agregado por: Asturcon | Fecha: 2013-07-27 | Comentarios (2)

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